jueves, 30 de septiembre de 2010

Jugar a ser Dios.

Me suena mucho haber leído este artículo antes, quizás en alguna clase del año pasado de castellano o quizás me lo he imaginado o soñado, quién sabe. Tenía pensado colgar las dos partes del artículo a la vez pero he decidido que mejor cuelgo la primera parte que es la que me ha echo reflexionar y más adelante publicaré la segunda parte porque merece la pena leerlo entero.


Parte I.




Ando mal de memoria. Cada palabra que leo me resulta tan familiar... Y ni siquiera estoy segura de haberlo leído antes. 
Creo que para nadie es un secreto mi sueño de ser escritora y si no lo sabías, algo más que ya sabes de mí. No sé muy bien cuando empezó a formarse esa idea en la cabeza pero se formó. El hecho de poder "jugar a ser Dios", crear, dañar, hacer feliz, matar e incluso crear paisajes que en mi vida he visto hace que se me pongan los pelos de punta de la emoción. Pero el juego divino de la creación no es lo único que despierta mis emociones más escondidas y secretas; si no también poder meterme en las mentes de los personajes: crear sentimientos, temores, inseguridades, placeres... Meterme dentro del personaje, indagar en las mentes y moldearlas según mis preferencias. A veces pienso que la Psicología hubiese sido una buena salida profesional para mí.
No diré que mi intención con la literatura no es vender porque mentiría. Claro que me gustaría que mis libros se vendiesen pero no escribo con ese fin, exclusivamente. Escribo porque callo demasiadas cosas. Porque creo que tengo cosas que contar. Y lo más importante: porque quiero transmitir sentimientos a través de los libros, crear sensaciones al lector y esconder mensajes ocultos o mensajes subliminales. Porque no quiero dejar indiferente a nadie. 
Pero mientras todas esas ideas se iban haciendo grandes según pasaba el tiempo, me he dado cuenta de una cosa y este artículo me ha abierto los ojos. Me falta lo fundamental: el talento. Sí, muy bien, me encanta crear, me encanta escribir, me encanta sentir... Demasiado tarde para darme cuenta que carezco de talento. Dicen que nunca es demasiado tarde pero me he creado tantas ilusiones y esperanzas ... La esperanza es lo último que se pierde y sí, el refrán tiene razón. Porque aunque sea mala malísima escribiendo y mis escritos sean vacíos, lo contrario a mis intenciones, no me resigno a matar este sueño. 


2 comentarios:

  1. Nunca sabemos hasta donde podemos llegar, ya que el talento no se tiene, se hace. Aunque opino que a todos los que nos gustaría escribir un libro hemos sentido lo mismo.

    A mí no me suena el texto, por cierto
    ¿De quién es?


    Nos vemos pronto.

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